IGLESIA DE CRISTO

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ESTUDIOS BÍBLICOS

viernes, 22 de noviembre de 2024

LOS ENEMIGOS DE LA VIDA

LOS ENEMIGOS DE LA VIDA 

        La idea. Las ideas son como hermosos lingotes de oro, cuando son puras, que debemos seguir constantemente purificando para que no lleguen a ser, después de haber estado en unas manos seguras, una tragedia para la humanidad. Las ideas excelentes deben fundamentar su excelencia en la vida que propician, sin olvidar su inmensidad. Porque la vida no es reducible a grupos ni grandes ni pequeños, sino a toda la inmensidad que precisa vida. Para llegar a tener un concepto puro de lo que significa vida, debemos despojarnos de toda idea subliminal en cuanto a nosotros mismos, es decir debemos alcanzar la necesaria lucidez como para no ponernos por encima de los demás, y así, la idea, no se convierta en interesada. No hay cosa más contraria a la vida que las ideas interesadas. Naturalmente cuando hablamos de “interés”, es preciso decir que todo en la vida va respaldado por el interés. Pero una cosa es el interés general y otra muy distinta el particular. Muchos intereses particulares unidos forman un plato combinado muy sabroso que cuando lo probamos nos puede causar una mala digestión. Ahora vemos muchos de estos platos combinados compuestos por perversas ideas de las que muchos comen y ya están sintiendo retorcijones de sus propias tripas. Todo lo que antes fue, está siendo anulado indiscriminadamente y nos hemos metido en una situación vivencial que es una perfecta locura. Estamos malgastando el lingote de oro en monedas tan pequeñas que apenas se observa su valor. A cada cual se le ha otorgado su aparente derecho, algo que, dicho así, resulta bello. Pero el derecho tampoco puede ser particular, sino general para todo, por tanto no se debe contemplar el derecho que una persona cree tener, sino el derecho de la inmensidad, para que el derecho se convierta en justicia. Podíamos citar las ideas de Cristo; diáfano lingote de oro. La idea de Cristo fue agarrada por gente despiadada y lo que venía a ser una porción de miel en el cáliz amargo de la vida de los hombres, fue a muchos de ellos motivo de muerte y mucha aflicción. El cortocircuito que se produce entre la verdad y las conveniencias. Al final resulta que todo el mundo ve las maravillosas ventajas para la vida que se encierran en la idea de Cristo, pero pocos son los que ven claro como aplicarla perfectamente. Se entabla una batalla entre lo que queremos y lo que necesitamos. Si estamos sumidos en la ignorancia lo que queremos, por lo general saldrá ganando.   

        La ignorancia. Es el peor defecto de las personas en un mundo inteligente. Muchos se duermen en su ignorancia creyendo que esto les traerá paz a su vida, pero al final, no ocurre esto, sino que, las ideas del ignorante chocan contra las del inteligente y se encienden unas con otras produciendo un terrible cortocircuito. Mirad, la ignorancia y la inteligencia, tiene poco que ver con la cultura. Una persona puede tener tres licenciaturas y ser un perfecto ignorante; porque el inteligente es el que tiene una idea de la realidad vivencial basada en un contesto universal, para lo que, por lo general, no valen las licenciaturas. La hipótesis es solo una suposición basada en algunos datos.


        La envidia Según la Santa Palabra de Dios (Que alabado sea) La envidia fue la causante del primer crimen cometido en la tierra. No es más que el resultado de un envanecimiento. Los hombres somos capaces de apasionarnos con las pasiones más criminales, aunque la envidia misma sea tan solo, una tímida y vergonzosa pasión que jamás nos atrevemos a confesar. Se encierra en lo más profundo de nuestro corazón donde llega a enraizar y volverse crónica en sus efectos. Digamos que son los tres perros más feroces que poseemos cada uno de los hombres: la ingratitud, la soberbia y la envidia. El estrago que causa la envidia puede ser soterrado, por lo general, por lo que su daño es muchas veces imprevisto. Este defecto pernicioso, nos hace ver más abundantes las mieses de los campos ajenos y más ricas en miel las colmenas de los vecinos. Los hijos de Dios, cuando actuamos como envidiosos, estamos ofendiendo mucho a Dios; pues, le declaramos injusto, ya que todo lo que poseemos nos es otorgado por Dios. Le estamos diciendo a Dios que se ha equivocado dando más al vecino que a nosotros.

 

         LA CONVENIENCIA La conveniencia en el cristiano debe ser la conveniencia de los demás. Nos alegramos, cuando los demás tienen más que nosotros. Nos preocupamos de los hermanos y demás personas de si les falta algo y, cuando descubrimos que sí y lo tenemos, somos capaces de desprendernos de lo que sea para dárselo al necesitado. Pero ¡cuidado! No podemos hacer las cosas por conveniencia nuestra; porque si lo hacemos, no nos importará cambiar el fundamento de Cristo para llenar nuestros vientres.


(Hechos 20:35) En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir.


LA NECEDAD. ¿Quién es el necio?

(Job 5:2) Es cierto que al necio lo mata la ira, Y al codicioso lo consume la envidia.

(Salmos 14:1) Dice el necio en su corazón: No hay Dios. Se han corrompido, hacen obras abominables; No hay quien haga el bien.

(Salmos 92:6) El hombre necio no sabe, Y el insensato no entiende esto.

Un necio no es aquella persona mentalmente disminuida, estos encuentran justificación ante Dios. El necio tiene todas sus facultades mentales en perfecto estado, pero las utiliza mal, se equivoca al buscar algo. En su ceguera, no repara en los pos y en los contras y, casi siempre acaba lamentando lo que hace. La avaricia, la envidia, le lleva a actuar de manera equivocada y su necedad no le permite reconocer su error. Sus ojos no ven más que lo que la vida les muestra y son incapaces, por causa de su ceguera, de ver más allá de lo que hay detrás de la piel de las cosas. Cree que le conviene algo y, cerrando los ojos como un Mihura, va a por ello. No conviene discutir con un necio. Al necio siempre es necesario imponerse, pero no discutir jamás, porque perderíamos energías, tiempo y quizás la serenidad. Realmente, son gente agradable que, en determinados momentos, nos pueden hacer reír, pero al final acaban por sumirnos en la melancolía.  

   LA INOPIA  Alguien que está en la inopia es aquella que está distraída o no se entera de lo que realmente ocurre a su alrededor. El mundo está lleno de este tipo de personas. Incluso en las congregaciones se ven personas en este estado. A partir de los siglos III y IV, y, posiblemente, un poco antes, los dirigentes religiosos gustaron de rebaños en la inopia. Cuando se altera la verdad, lo mejor es que nadie la conozca; pero la verdad es como el bulbo del lirio; al final florece. Cuando acabó su floración se ocultó bajo la tierra y casi nos olvidamos de él, pero al año siguiente, nos volvió a sorprender con sus preciosos colores. Naturalmente me refiero a los lirios que llamamos "salvajes". Así es la verdad; por mucho que tratemos de ocultarla, no podremos evitar que al final florezca. Pero la mentira, así como la envidia, jamás descansa.

       LA SINRAZÓN La sinrazón no es no tener razón en algo. Esto es equivocarse. La sinrazón es algo que constituye el mayor peligro de la vida. Una vez hemos perdido el sentido de nuestra propia vida, comenzamos a actuar sin razón alguna, pero la vida necesita al razonamiento para que sea abundante y deliciosa. Vemos que es un mal que está acabando con todo. Ella es capaz de atacarse así misma, porque ha perdido la cordura de una forma admisible. Se daña, pero se cree que se beneficia. Desalojamos la razón de nuestras vidas. Cuando esto ocurre, ya estamos preparados para morir todos.

         Claro está que el problema se centra en el hecho de creer que la vida realmente es particular. Pero ella es una sola de la cual todos participamos. Dios es la Vida en su inmensidad y nosotros tenemos vida en Dios. Cuando concluimos que nuestra vida nada tiene con Dios, al tiempo concluimos, que tampoco, con nuestro prójimo y comenzamos a vivir de forma errónea; hemos considerado que lo que hagamos solo nos afecta a nosotros mismos; ese es el gran error de la humanidad. Comenzamos a dañar, primero a nosotros mismos y, después, a todos, lentamente. El maravilloso plan de salvación de nuestro Señor, lo ralentizamos en gran manera y muchos nos perdemos. Los enemigos de la vida abundan y Dios sigue llamándonos a la concordia a todos. Quizás algún día descubramos lo que realmente nos interesa a todos

 Por: Carlos Benavides 

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