¿QUÉ HACER CON NUESTRAS FALTAS?
En el último día de clases del kindergarten, todos los niños llevaron regalos para su maestra. El
hijo del florero del pueblo fue el primero en darle el regalo. La maestra lo sacudió un poco para
oír el sonido, y dijo: “te apuesto que se lo que es, un ramo de flores”.
La hija del dueño de la tienda de caramelos, le entregó una caja con una bella envoltura. Hizo lo
mismo que con el otro regalo. “Te apuesto que puedo adivinar lo que es”, le dijo a la niña, “es
una caja de caramelos”. La niña le respondió entusiasmada: “¡así es!”
El siguiente regalo procedió del hijo de la embotelladora de refrescos. La maestra hizo la misma
rutina, pero al levantar la caja vio que estaba goteando. Ella toco una gota con su dedo y después
lo llevo a la boca. Después de probarlo dijo al niño: “te apuesto que puedo adivina lo que es”. El
niño esperó ansiosamente que la maestra adivinara como lo había hecho anteriormente. Después
de saborear un poco aquel liquido, dijo: “es Coca Cola”. De mostrando un poco de decepción, el
niño contesto que no era Coca Cola lo que había dentro de la caja. La maestra hizo otro intento
por adivinar cual era el regalo. Volvió a tomar una gota de aquel liquido y poniéndose el dedo en
la boca, lo saboreo y dijo: “es refresco de limón”. “No”, dijo el niño con mayor firmeza.
Finalmente, la maestra se dio por vencida y le pregunto al niño que había dentro de la caja. “un
cachorrito de Pastor Alemán”. Después de gesticular reflejando asco, la maestra salió
disimuladamente para el baño. Si usted dice que esta equivocación es inconsecuente, deténgase a
pensar lo pudo haber probado esta maestra. ¡Para ella esta equivocación no es pequeña!
Todos cometemos equivocaciones. Algunos son más grandes que otros. Algunos tienen
consecuencias más duraderas que otras. Algunas son más devastadoras que otras.
Permítame hacerle una pregunta: ¿cómo lidia usted con sus errores, particularmente con sus
pecados? Algunas personas los niegan, unos cuantos los racionalizan, ciertos individuos los
pasan por inadvertidos, muchos los justifican, otros tantos no aceptan su responsabilidad y
culpan a otros, y otros viven miserablemente consientes de sus faltas, pero no saben que hacer
con ellas.
Hay muchas y diversas maneras de lidiar con nuestras equivocaciones. La mejor manera de
hacerlo es admitiendo nuestra culpa y confesándola. Por la muerte de Jesús en la cruz, nuestros
errores no son fatales.
En I Juan 1: 9 leemos lo siguiente: “Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para
perdonarnos y limpiarnos de toda maldad”.
Según el Espíritu Santo, no importa lo que hagamos, podemos ser perdonados si tan solo
admitimos(a Dios y a los demás) que hemos cometido una equivocación. Así que la próxima vez
que cometamos una equivocación o pecado, ¿cómo vamos a lidiar con él?
Como puede ver arriba, usted tiene muchas opciones para escoger. Pero Dios espera que
adquiera sabiduría y escoja la manera correcta. Cualquier otra opción es inaceptable ante Dios, y
debemos recordar que es Él quien nos perdona.
Por : Carlos Benavides
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