IGLESIA DE CRISTO

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ESTUDIOS BÍBLICOS

lunes, 23 de agosto de 2021

LOS QUE QUERIAN SEGUIR A JESÚS

LOS QUE QUERÍAN SEGUIR A JESÚS 

Mateo 8:18—22

A veces vemos a grandes masas de personas como demostrando una fe poderosa. Pero no podemos olvidar las palabras de Jesús, cuando declaró “manada pequeña”, a los que le seguirían; incluso llegó a preguntarse si acaso habría fe cuando él volviere.

 

Lucas 12:32 No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino.

Mateo 20:16 Así, los primeros serán postreros, y los postreros, primeros; porque muchos son llamados, mas pocos escogidos.

 Sí, Jesús también era seguido por muchos sensacionalistas, gente que necesitan sensaciones fuertes, casi siempre enmascaradas  por una falsa espiritualidad. Gente que van en busca de provecho material. Gente que tienen al Señor como una especie de utilitario. Gente que, descaradamente, pretenden utilizar a Dios en tiempos coyunturales, para después olvidarse de Él. Estos no son gente ignorante, sino malvada, Detrás de Jesús iba toda clase de gente; gente que le aprisionaban, que impedían ejercer la misión que realmente había venido a hacer. Jesús no vino a curar enfermedades o a saciar hambres, Él vino a salvarnos y sus milagros solo fueron hechos para que la gente viese el poder de Dios; porque Él era Dios.

 18 Viéndose Jesús rodeado de mucha gente, dio orden de pasar al otro lado.

 ¡Cuántas veces Jesús pasará al otro lado! ¡Cuántas veces se sentirá hastiado y lastimado por nuestra causa! ¡Cuántas veces solo vamos a Jesús para satisfacer nuestra conciencia o nuestro ego, para aparentar o sacar rédito!

 19 Se le acercó un escriba y le dijo: —Maestro, te seguiré adondequiera que vayas.

 El escriba era persona de mucho saber y seguramente de buena posición social. Él declara su decisión de seguir a Jesús como si se tratara de una persona sumamente valiosa en su propia opinión. Muchos nos acercamos a Jesús con mucha grandeza ¡somos tan capaces de todo! Prometemos y prometemos cosas a Jesús. Pero Jesús sabe. Jesús conoce a cada uno de nosotros. Jesús sabe el apego que tenemos a las cosas placenteras de la vida. Por eso lo mejor sería presentarnos a Él desprovistos de todo, para que Él añada lo necesario.

 20 Jesús le dijo: —Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo, nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde recostar su cabeza.

Sabiamente Jesús quiso que supiesen lo primero que una persona debe saber antes de acercarse a Él. Jesús vino a salvarnos y lo hizo, porque nosotros jamás podríamos salvarnos por nuestros propios medios. Los hombres tienen una idea bastante vaga de la vida eterna. Se podría decir que en esto se hace un lío. Porque así como habla de ella como si realmente la hubiese, igualmente la niega. Esa es la razón de que no la busque con denuedo.  Jesús presenta un plan de salvación en el que, en principio, podemos apreciar cierta pérdida. Esto es porque no conocemos el valor de la salvación que nos brinda el Señor.

 21 Otro de sus discípulos le dijo: —Señor, permíteme que vaya primero y entierre a mi padre.

 Aquí la lección que nos da el Señor es igualmente reveladora. Nos habla el Señor de las primicias que Él siempre merece. Son muchos los que esperan para acudir al llamado de Dios. Y no solo para acudir al llamado, sino para hacer el trabajo que la misión requiere. ¿Haremos esperar al Señor? Debemos saber que Él tiene todo el tiempo, porque es Señor de los tiempos, pero nosotros tenemos un tiempo muy limitado; tanto es así, que, ni siquiera sabemos el que nos queda. Jesús da por muerto a todo el que no ha nacido de nuevo y los muertos no necesitan ya nada, por eso, el Señor le dijo aquello. Jesús necesita que entendamos esto, por nuestro bien, para que sepamos que es lo que debe ser prioritario para los creyentes. La batalla debe ser antes de la muerte; una batalla para vida.

 22 Jesús le dijo: —Sígueme; deja que los muertos entierren a sus muertos.

 La misión de los discípulos de Jesús es una misión salvadora. Debemos ir siempre, allí donde estemos, advirtiendo de la salvación que Dios promete a los hombres. Debemos hacer que ellos nos vean salvos, esto es, con la alegría y el gozo de la promesa.

 La gracia sea con todos los que aman a nuestro Señor Jesucristo con amor inalterable. Amén.

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