AUTORIDAD BÍBLICA
La autoridad bíblica no es: lo que yo creo, lo que pienso, lo que siento o lo que diga algún hermano, por muy buena reputación que tenga o por muchos años que lleve en el evangelio. La autoridad bíblica es lo que Dios nos enseña a través de Su palabra. (1 Pedro 4:11) “Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios le da, para que en todo Dios sea glorificado por medio de Jesucristo, a quien sea la gloria y el dominio por los siglos de los siglos. Amén.”
En cuestiones de fe, cuando queremos saber como hacer las cosas correctamente, debemos acudir a las escrituras para saber lo que Dios nos manda, las escrituras son divinamente inspiradas y son la guía que tenemos para adorar a Dios en espíritu y en verdad. Juan 4:24 “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.”
Todo lo que el Señor nos manda hacer para adorarlo, lo hemos escrito a lo largo del Nuevo Testamento y es nuestra guía divinamente inspirada. (2 Pedro 1:19-21) “Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en prestar atención como a una lámpara que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones; sabiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.”
Las Escrituras son las que nos enseñan y nos corrigen cuando estamos haciendo algo contrario a la voluntad de Dios. (2 Timoteo 3:16-17) “Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en la justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.”
Es bueno pedir consejo a hermanos fieles e incluso leer comentarios de otros hermanos, pero cuando se trata de hacer las cosas conforme a la voluntad de Dios, si la Biblia dice que viene de Dios, tenemos autoridad de Dios para hacerlo; Si no lo dice, Dios no está contento con lo que hacemos. (Colosenses 3:17) “Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.”
Estemos seguros de que lo que hacemos viene del Señor y no de los hombres, que son verdaderamente mandamientos del Señor. (Marcos 11:27-32) “Luego regresaron a Jerusalén; y mientras él andaba por el templo, se le acercaron los principales sacerdotes, los escribas y los ancianos, y le preguntaron: ¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Y quién te dio autoridad para hacerlas? Jesús les respondió: Yo también les haré una pregunta; respóndanme, y les diré con qué autoridad hago estas cosas. El bautismo de Juan, ¿era del cielo o de los hombres? Respóndanme. Y ellos razonaban entre sí, diciendo: Si decimos: Del cielo, dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis? Y si decimos: De los hombres… Pero temían al pueblo, porque todos tenían a Juan por profeta.”
La conciencia no es una guía infalible. Pablo tenía la conciencia tranquila, pero sabía que quien lo iba a juzgar era Dios. (1 Corintios 4:4) “Porque aunque no tengo conciencia, no por eso soy justificado; pero el que me juzga es el Señor.”
Los sentimientos no son una guía infalible en materia de fe, debemos limitarnos a un documento escrito. (Mateo 4:4) “Él respondió y dijo: Escrito está: No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.”
Tampoco deberíamos pensar más allá de lo que está escrito. (1 Corintios 4:6) "Pero estas cosas, hermanos, las he aplicado a mí mismo y a Apolos por amor a vosotros, para que aprendáis en nosotros a no pensar más allá de lo que está escrito, para que ninguno de vosotros se envanezca uno contra otro por causa de un solo hombre."
Debemos tener mucho cuidado de no quitar ni añadir a lo que Dios ya nos ha revelado en su palabra para no sufrir las consecuencias. (Proverbios 3: 0:5-6) “Toda palabra de Dios es pura; Él es escudo para los que confían en Él. No añadas a Sus palabras, para que no te reprenda y seas hallado mentiroso.”
Añadir o quitar a la palabra de Dios es pecado, y sufriremos las consecuencias, incluso podemos perder la salvación, la vida eterna. (Apocalipsis 22:18-19) «Yo testifico a todo el que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguien añade a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguien quita de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro».
Por eso es de suma importancia poner atención y analizar bien lo que Dios quiere que hagamos a través de su palabra, para que podamos agradarle en todo.
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