IGLESIA DE CRISTO

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ESTUDIOS BÍBLICOS

jueves, 23 de enero de 2025

PREDICA LA PALABRA

 PREDICA LA PALABRA 

(2 Ti 4:1__8) "Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas. Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio. Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida."


Introducción:

Pablo sabe que su muerte está próxima y sigue preocupado porque no deja de ver cómo la apostasía va creciendo dentro de la iglesia. En esta coyuntura se ve en la necesidad de pasar el relevo a su amado hijo Timoteo para que él siga desempeñando la tarea que hasta ese momento él había realizado como apóstol. Y una de las funciones más importantes que debería llevar a cabo sería la de predicar la Palabra. A continuación presentamos el esquema principal de nuestro estudio.


Solemne exhortación a predicar la Palabra (2 Ti 4:1-8).

Exhortación a predicar la Palabra frente a las falsas doctrinas (2 Ti 4:1-5).

La justificación de la exhortación: Timoteo debe tomar el relevo frente a la partida de Pablo (2 Ti 4:6-8).

Exhortación a predicar la Palabra frente a las falsas doctrinas

(2 Ti 4:1__5) "Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas. Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio."

Como hemos dicho, Pablo veía que se acercaba el fin de sus días sobre esta tierra y tenía una gran preocupación al considerar los tiempos peligrosos que se avecinaban sobre el cristianismo y la desviación de la fe que ya percibía dentro de la Iglesia. En esas circunstancias hace diversos encargos a su fiel discípulo Timoteo.


1. La solemnidad del encargo

A lo largo de todo el Nuevo Testamento, cada vez que Pablo se refiere a Timoteo percibimos una relación muy familiar, afectuosa y hasta de admiración. Sin embargo, cuando ahora comienza esta exhortación, el apóstol utiliza un tono muy diferente, que sugiere una profunda solemnidad: "Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino".

El apóstol llama a Dios y al Señor Jesucristo como testigo del encargo que a continuación va a hacer a Timoteo, y además le recuerda que un día volverá y someterá a prueba su ministerio. Viendo la forma en la que se hace el encargo, podemos decir que viene cargado con todo el peso de un juramento legal. La idea sería algo así como: "Te conjuro delante de Dios, a quien tendrás que rendir cuentas, para que cumplas con este encargo".

Tal vez alguien podría pensar que Pablo no estaba seguro de si Timoteo iba a cumplir con este encargo, y por eso usó un lenguaje tan fuerte, pero no tenemos ninguna razón para pensar que estuviera motivado por la desconfianza, ya que de hecho Timoteo había sido puesto a prueba en muchas otras ocasiones, manifestando siempre una fidelidad admirable. Recordemos lo que Pablo dijo de él cuando iba a enviarlo a Filipos:

(Fil 2:19__23) "Espero en el Señor Jesús enviaros pronto a Timoteo, para que yo también esté de buen ánimo al saber de vuestro estado; pues a ninguno tengo del mismo ánimo, y que tan sinceramente se interese por vosotros. Porque todos buscan lo suyo propio, no lo que es de Cristo Jesús. Pero ya conocéis los méritos de él, que como hijo a padre ha servido conmigo en el evangelio. Así que a éste espero enviaros, luego que yo vea cómo van mis asuntos"

La carrera espiritual de Timoteo había sido constante, sin altibajos o crisis aparentes que nos hicieran sospechar que fuera un hombre impredecible. Por otro lado, siempre se manifestó como un colaborador fiable, dispuesto a ser enviado a las misiones más difíciles. Por lo tanto, es muy probable que la razón por la que Pablo expresó este encargo de una forma tan solemne, era porque en cierto sentido estaba designando a Timoteo como su sucesor en la obra del Señor, y esta carta serviría de documento oficial que lo acreditaría ante quienes lo pudieran dudar.

Notemos también otros detalles importantes que encontramos en este encargo. Pablo vivía con la esperanza puesta en el inminente regreso de Cristo a este mundo para reinar en él después de juzgar a todos los hombres: "... juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino". Es verdad que al presente Cristo está siendo rechazado por la mayoría de los hombres, pero esta situación cambiará cuando él regrese en poder y gran gloria. Es muy probable que Pablo mencione este hecho en este contexto por varias razones.

En primer lugar, porque Timoteo no debía perder de vista que todo nuestro servicio es llevado a cabo "delante de Dios y del Señor Jesucristo", quien va a examinarlo en un día futuro y lo recompensará como corresponda (2 Cor. 5:10). Esto es un estímulo más para aquellos que quieren servir al Señor con fidelidad, y una seria advertencia para quienes son negligentes y descuidan su ministerio. Es importante notar con atención que la responsabilidad final de un predicador no es ante una iglesia local o ante cualquier otro ser humano, sino ante el Señor       (1 Cor. 4:4-5). El predicador no debe estar pendiente del aplauso o de las críticas de sus oyentes, sino de ser fiel a Dios en la predicación de su Palabra. Esta es la única manera en la que podremos estar seguros de la aprobación divina. Y no debemos olvidar que alcanzar el éxito humano no implica necesariamente contar con el beneplácito de Dios. Eso es humano, y viene asociado generalmente con el poder, el prestigio, las riquezas, cosas terrenales que se pueden llegar a alcanzar por medios poco honestos, pero la recompensa divina es eterna y sólo está al alcance de aquellos que son fieles a Dios, sin importar cuán importantes hayan llegado a ser en este mundo.

En segundo lugar, todo siervo del Señor debe mirar constantemente al retorno glorioso de Cristo a este mundo. Esto es muy necesario, porque cuando estamos inmersos en la dura batalla y sufrimos el desgaste que produce cada combate, sólo podremos seguir manteniéndonos en pie si "vemos" la gloria de Cristo sentado en el trono de la Majestad en las alturas. Sólo esto nos puede animar adecuadamente a perseverar en un camino tan duro. No podemos perder de vista que él ha resucitado de los muertos y ha ascendido en gloria al cielo desde donde volverá triunfante para dar la retribución debida a cada hombre y para sentarse a reinar en el trono de David como su descendiente legítimo (2Sam. 7:8__16). Cuando nos olvidamos de esto, el servicio cristiano en un ambiente hostil deja de tener sentido y el sufrimiento que produce termina por derrotarnos. Por eso, no debemos olvidar que Cristo está sentado en el Trono y tiene la última palabra sobre el destino de este mundo.

Y en tercer lugar, nos recuerda que el tiempo y las oportunidades para predicar el evangelio durarán hasta el momento de la venida de Cristo a juzgar al mundo.


2. ¿Cuál era el contenido del encargo?

Pablo hace ahora la presentación de su encargo: "Que prediques la palabra".

Empecemos por observar que lo que tenía que predicar es "la Palabra". Esto hace referencia a la "Escritura inspirada por Dios" (2Tim. 3:16-17), que como ya hemos visto, no sólo incluía los escritos del Antiguo Testamento, sino que ahora había que añadir también "la forma de las sanas palabras" que Timoteo había oído del apóstol       (2Tim 1:13; 2Tim. 2:2).

Es interesante considerar el término "predicar". Éste se empleaba en la época del Imperio Romano para referirse a la labor del heraldo del emperador, quien proclamaba de manera pública y formal un mensaje de parte del emperador, que debía ser escuchado y obedecido en el caso de contener algún mandamiento. La conclusión a la que Pablo quiere llegar es que el Rey del cielo ha encargado su Palabra a los predicadores, y éstos tienen la obligación de proclamarlo a los hombres con toda su autoridad, y también con la máxima fidelidad, sin alterar, falsificar o inventar el mensaje.

¡Qué importante es recordar que la predicación de la Palabra es el medio establecido por Dios para comunicar su verdad a los hombres! Sin ninguna duda, ésta es una necesidad suprema en nuestros días. Aunque si somos sinceros, tenemos que reconocer que es una responsabilidad que asusta. Algo similar debió sentir Moisés cuando Dios le encargó predicar su palabra en Egipto: "¡Ay, Señor! nunca he sido hombre de fácil palabra, ni antes, ni desde que tú hablas a tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de lengua" (Ex 4:10); o el profeta Jeremías cuando Dios le hizo un encargo parecido: "Y yo dije: ¡Ah! ¡ah, Señor Jehová! He aquí, no sé hablar, porque soy niño" (Jer 1:6).

Pero el poder y la eficacia del predicador no depende de que tenga una retórica persuasiva, o de su cultura y erudición, o de su capacidad para contar anécdotas o historias conmovedoras, sino de que predica la Palabra inspirada de Dios.


3. ¿Cuándo debía cumplir el encargo?

Timoteo debía estar listo para predicar en cualquier momento: "Que instes a tiempo y fuera de tiempo". Esto implica estar atento para aprovechar bien todas las oportunidades, sin considerar que a otros no les pudiera parecer que el momento sea oportuno. De hecho, quien espera hasta que la ocasión parezca completamente favorable para predicar el evangelio, nunca la encontrará. Con esto Pablo da a entender que el predicador encontrará con frecuencia cierto rechazo a escuchar la Palabra, pero el siervo del Señor debe ser constante en ello, sin ceder ante la presión que el mundo pueda colocar. Por supuesto, esto no quita que la predicación siempre debe ser llevada a cabo con corrección y formalidad.


4. ¿Cómo debía desarrollar el encargo?

La predicación de la Palabra debe ser expuesta con el fin de abarcar diferentes necesidades en la persona, de ahí las siguientes exhortaciones: "Redarguye, reprende, exhorta". Notemos que dos de ellas son negativas y sólo la tercera es positiva:

"Redarguye". Una de las finalidades del predicador tiene que ser la de corregir aquello que es pecaminoso o que es falso doctrinalmente, para lo que primero tendrá que convencer por medio de la Palabra. Luego tendrá que guiar a la persona al arrepentimiento y al cambio en su forma de pensar.

"Reprende". Como vemos, el predicador debe enfrentar el problema del pecado y juzgarlo a la luz de la Palabra, tanto en relación con aquellos que todavía no son creyentes, como de los que ya lo son. De ninguna manera se puede reducir su gravedad o ignorarlo. Por supuesto, ésta es una de las tareas más difíciles y peor vistas que el predicador tiene que enfrentar.

"Exhorta". Junto con la reprensión es necesario exhortar, lo que implica colocarse al lado de la persona para animarle, alentarle, amonestarle con el fin de que siga el camino correcto.

Todas estas cosas deben ser hechas "con toda paciencia y doctrina". Por un lado será necesario no impacientarse o enojarse con aquellos a los que trata de corregir. Porque acalorarse, mostrarse áspero, o impetuoso, hará que todos nuestros esfuerzos sean infructuosos (2 Ti 2:25). Y por otro lado, para ser realmente útiles, tendremos que fundamentar nuestra corrección con la instrucción sana de la Palabra, porque de otro modo no tendrán ningún peso y rápidamente será olvidada.


5. ¿Por qué debía cumplir con este encargo?

Pablo va a explicar a continuación cuál era la razón por la que estaba haciendo este encargo tan solemne a Timoteo: "Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas".

En este caso el apóstol no se centra principalmente en los falsos maestros, sino en los propios creyentes. Él veía con toda claridad que estaba comenzando un abandono generalizado de la sana doctrina dentro de la iglesia, lo que aumentaría el crecimiento de la cristiandad profesante y nominal. Pablo hace este diagnóstico después de haber analizado los síntomas:

"No sufrirán la sana doctrina". El verbo traducido por "sufrir" sugiere la idea de "mantenerse derecho o firme contra una cosa". En este contexto implica la negación a adaptarse a la sana Palabra de Dios. Pablo está anunciando con claridad que vendría tiempo cuando el cristianismo no toleraría la sana doctrina, y a medida que la historia avanza hacia su consumación, esta situación se hace peor. Esto se debe fundamentalmente a que las demandas de la Palabra son contrarias a los deseos y formas de pensar de las personas. ¡Y este tiempo ha llegado hasta nosotros! Muchos de los que asisten a las iglesias en el día de hoy no quieren doctrina, sino que buscan predicadores que les digan lo que quieren escuchar, que los entretengan con espectáculos religiosos vacíos de contenido doctrinal. Con demasiada frecuencia la Biblia es olvidada y los predicadores se convierten en actores que en algunos casos consiguen fama y llegan a ser considerados como celebridades religiosas. Timoteo, y también todos nosotros, debemos asumir nuestra responsabilidad frente a este hecho y ser más celosos en defender, preservar y predicar la Palabra con toda integridad para contrarrestar los ataques de Satanás.

"Teniendo comezón de oír". La expresión señala al incesante e insatisfecho deseo que los domina por escuchar algo nuevo, diferente y sensacional que se ajuste a sus propios gustos. Algo parecido les ocurría también a los griegos de Atenas que "en ninguna otra cosa se interesaban sino en decir o en oír algo nuevo" (Hch 17:21). Pero tan pronto como habían escuchado la última novedad y habían jugueteado un poco con ella, la desechaban como anticuada y buscaban otra nueva. Algo así ocurre también en nuestro tiempo; muchas iglesias parecen tener una necesidad constante de cambiarlo todo porque esto es un signo de modernidad. Pero todo aquello que se aparta de la Palabra pronto dejará insatisfecho al hombre.

"Se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias". Lo triste es que no están interesados en escuchar algo nuevo de la Palabra, sino que lo que buscan son maestros que se adapten a sus propios caprichos y gustos pecaminosos, que les hagan sentirse bien, que justifiquen o pasen por alto sus pecados. Algo parecido a lo que el profeta Isaías denunció en su tiempo: "... hijos mentirosos, hijos que no quisieron oír la ley de Jehová; que dicen a los videntes: No veáis; y a los profetas: No nos profeticéis lo recto, decidnos cosas halagüeñas, profetizad mentiras; dejad el camino, apartaos de la senda, quitad de nuestra presencia al Santo de Israel" (Is.30:9__11). Y muchos predicadores en nuestro tiempo "se amontonan" para ganar popularidad, cediendo a la tentación de apartarse de la Palabra para halagar a sus oyentes con enseñanzas placenteras y cómodas. Como alguien ha dicho, "si el pueblo desea un becerro para adorar, se puede encontrar rápidamente a alguien en el ministerio que lo fabrique". Son personas que abandonan su compromiso sagrado con Dios y su Palabra para predicar lo que demandan sus oyentes. Saben que los maestros se escogen no debido a su fidelidad al Evangelio, sino por su habilidad para halagar los oídos de la gente. En lugar de "redargüir, reprender y exhortar" conforme a la Palabra, usan la predicación para complacer a sus oyentes. Saben que el hombre caído siempre prefiere una doctrina que le permita seguir viviendo cómodamente en sus pecados y errores sin que nadie le incomode. Y lo más triste de esto es que el apóstol veía que todo esto iba a ocurrir en el interior de las iglesias. Y en nuestros días comprobamos que tenía toda la razón. Hoy muchas personas se agolpan ante predicadores que les ofrecen todas las bendiciones de Dios sin necesidad de arrepentirse, les prometen la salvación eterna sin aceptar a Cristo como el Señor de sus vidas. Alimentan los egos de sus oyentes y no condenan ninguno de sus pecados. Sólo buscan que sus oyentes se sientan bien, que al fin y al cabo, es la razón por la que van a las iglesias. En sus corazones no hay un auténtico deseo de santidad, o de obedecer a la Palabra de Dios, por eso rechazan lo que necesitan, y reciben tan solo lo que quieren.

"Apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas". Cuando una persona no quiere escuchar la verdad de la Palabra, se abre a toda influencia satánica y es extraviada fácilmente por el error   (2Tes. 2:8-12). Es absurdo, pero cambian la verdad de Dios, por mitos y fábulas que son producto de la imaginación humana. Y es imposible edificar una vida sana sobre estas arenas movedizas (Mt.7:26-27), pero esto es a lo que se llega cuando no se quiere agradar a Dios y se rechaza la sana doctrina.


6. ¿Con qué actitud debía cumplir este encargo?

"Pero tú sé sobrio en todo". La palabra empleada expresa la idea de ser libre de la influencia de agentes embriagantes. Y en este contexto sugiere que Timoteo debía mantenerse despierto y vigilante para evitar caer bajo los efectos intoxicantes de las nuevas ideas de aquellos que tenían deseos mórbidos por lo sensacional y que se apartaban de la verdad. En contraste, debería llevar a cabo una enseñanza equilibrada de toda la Palabra de Dios. Exhortaciones similares las podemos encontrar en otras partes:                    (1Ts 5:6-8; 1Pdr. 1:13; 1Pdr. 4:7; 1Pdr. 5:8).

"Soporta las aflicciones". Vuelve a repetir la misma idea ya expresada en (2Tim 1:8; 2Tim. 2:9). Se da por hecho que Timoteo tendría que sufrir dificultades por su ministerio, y de hecho llegó a estar encarcelado (Heb. 13:23). Esto es así siempre que se predica fielmente la sana doctrina en lugar de halagar los oídos de los oyentes. No existe tal cosa como un ministerio fiel que no sea costoso. Pero vale la pena predicar fielmente la Palabra, aunque esto despierte la enemistad del mundo y pueda tener un alto costo. Pablo estaba convencido de ello, aunque él mismo había sufrido mucho por ser un predicador fiel (2 Co 11:23-27).

"Haz obra de evangelista". Timoteo había acompañado a Pablo en su predicación del evangelio así como en su ministerio de enseñanza, por lo tanto sabía exactamente a lo que el apóstol se estaba refiriendo con esta exhortación. Nosotros también lo podemos descubrir leyendo la información que tenemos en el libro de los Hechos de los Apóstoles, donde han quedado recogidos sus viajes misioneros y la forma en la que él predicaba el evangelio en las nuevas ciudades a las que llegaba con la intención de formar iglesias locales. A esto es a lo que se refiere el don de evangelista que encontramos también en (Ef. 4:11). Por lo tanto, Timoteo no debía centrarse exclusivamente en enseñar la Palabra a los creyentes, sino que tendría que alcanzar a los incrédulos con la finalidad de extender el reino de Dios por medio de la formación de nuevas iglesias en áreas donde todavía no existieran. Y nada debía distraerlo en esta tarea fundamental. "Cumple tu ministerio". 

Por: Carlos Benavides 

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