DECIR LA VERDAD
Es importante que digamos la verdad, sin importar lo incómoda que pueda resultar. Eso no significa que debamos ser mezquinos o beligerantes para hacerlo. Debemos decir la verdad en amor
(Efesios 4:15). Sin embargo, las mentiras son muy atractivas para muchas personas hoy en día. Esto se debe a que las personas generalmente quieren justificar cómo actúan sin preocuparse de si lo que dicen y hacen es correcto o incorrecto. Una mentira es una manera fácil de justificarse a uno mismo. La Biblia nos dice dónde se origina este engaño: ¡en nuestro propio corazón! “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?”
(Jeremías 17:9). Afortunadamente, Dios nos ha dado la verdad para que podamos exponer las mentiras. “En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti” (Salmo 119:11).
Lo que es más difícil que decirle la verdad a otra persona que no la quiere oír es decirse la verdad a uno mismo. Mi corazón ya me ha persuadido a creer en alguna justificación falsa y, para poder cambiar, ¡tengo que decirme a mí mismo que estoy equivocado! Eso no es fácil de hacer, pero de eso se trata el arrepentimiento: reconocer las falsedades en nuestras vidas, rechazarlas y alejarnos de ellas en la otra dirección. Esto lleva tiempo. Dios esperó nueve meses para enviar a Natán a David con respecto a su pecado con Betsabé. ¿Por qué Dios no envió a Natán inmediatamente? La única razón que se me ocurre es que el corazón de David no estaba listo para cambiar, pero Dios sabía que David lo haría una vez que superara sus propios errores. Todos necesitamos superarnos a nosotros mismos y dejar que la poderosa palabra de Dios transforme nuestras vidas. Para hacer eso, debemos seguir diciéndoles la verdad a los demás y a nosotros mismos, sin importar lo incómodo que pueda ser.
Por: Carlos Benavides
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