IGLESIA DE CRISTO

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ESTUDIOS BÍBLICOS

sábado, 14 de diciembre de 2024

EL PRIMER AMOR DEL CRISTIANO

 EL PRIMER AMOR DEL CRISTIANO 

Cuando las personas se convierten al cristianismo por primera vez, por lo general están muy entusiasmadas por ser salvas. Quieren salir y enseñar al mundo entero. Arden de celo. Aman al Señor y quieren compartirlo con todos              (Hechos 9:17-22).

Un verdadero discípulo se ha entregado al Señor para que lo enseñe y lo use en su servicio            (Lucas 14:33; Gálatas 2:20; Romanos 12:1-2). Tal persona nunca se cansará de hacer el bien (Gálatas 6:9). Permanecerá ferviente en espíritu al servir a Cristo (Romanos 12:11).

En el primer siglo, los cristianos de Éfeso habían perdido de alguna manera su primer amor (poner a Cristo en primer lugar en todas sus consideraciones y fijar sus principales preocupaciones en Él y en las cosas espirituales  (Colosenses 3:1_2). Enseñaban la verdad (Apocalipsis 2:2) y no toleraban a los falsos maestros. Perseveraban pacientemente y no se cansaban (Apocalipsis 2:3). Trabajaban en Su causa, pero habían perdido su primer amor (Apocalipsis 2:4).

Vemos que las personas pueden enseñar la verdad y realizar los actos de adoración externamente de una manera correcta, pero aún así no hacen estas cosas con la actitud apropiada del corazón.

Todo acto de servicio obediente al Señor debe realizarse con un amor genuino por Él                        (1Corintios 13:1__3), de lo contrario, será inútil. Si enseñamos o hacemos algo para servirle solo por un sentido del deber y no porque realmente lo amamos, no será aceptable para Él. Esta es verdaderamente una lección importante que los cristianos debemos aprender.

Otra lección que debemos aprender es que debemos servir al Señor “permaneciendo” en Su enseñanza: “Si vosotros permanecéis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos” (Juan 8:31).

Finalmente, comprendamos plenamente que “todo aquel que se extravía y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo”     (2 Juan 9-10).

 Por: Carlos Benavides 

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