EL PASTORADO FEMENINO ES UNA PRÁCTICA QUE SE APARTA DEL MANDATO BÍBLICO
Una de las señales más contundentes de que una iglesia se ha extraviado del Evangelio y rechazado el depósito de fe como entregado por los Apóstoles a la Iglesia de Cristo es que ordena mujeres al obispado.
1. Ni bajo el Antiguo Pacto ni bajo la plenitud del Nuevo Pacto mujeres fueron ordenadas para el sacerdocio y el oficio en el templo.
2. Jesús nunca ordenó a una mujer al Apostolado, de los setenta que ordenó para que predicaran la Palabra fueron todos varones, y si bien hubiese querido mujeres en el pastorado lo hubiera enseñando o comunicado a sus Apóstoles para que lo enseñaran a la iglesia.
3. Ni un solo Apóstol de Cristo ordenó a una sola mujer al pastorado. Por lo contrario, una de las primeras cosas que se pide de los pastores es que sea «marido de una sola mujer» (1Timoteo 3:2, Tito 1:6). Pablo manda a que ninguna mujer «ejerza autoridad sobre el varón enseñando» en la Iglesia (1Timoteo 2:16), y que es indecoroso, inaudito, que la mujer enseñe en la asamblea pública, y por lo tanto, «debe guardar silencio» (1Corintios 14:34).
Y para dejar claro que esta no era una ordenanza local, cultural o contextual (como a los innovadores les gusta alegar), dice inmediatamente después: «Si alguno piensa que es profeta o espiritual, reconozca que lo que os escribo es mandamiento del Señor. Pero si alguno no reconoce esto, él no es reconocido» (1Corintios 14:37-38).
4. La Iglesia nunca, en ningún tiempo ni lugar, ha ordenado mujeres al obispado. Desde la época de los Apóstoles hasta el siglo anterior, era norma y práctica universal de toda la Cristiandad (sean ortodoxos, católicos o protestantes) ordenar solo a hombres al oficio de pastor y obispo.
Lo que nos lleva a la pregunta lógica: *¿De dónde surge entonces esta innovación moderna y muy reciente de iglesias, en su gran mayoría evangélicas, de ordenar mujeres al pastorado?*
Simple y sencillamente: de la infiltración del feminismo.
No es de la Biblia, no es de los Apóstoles, no es del seno de la Iglesia que está práctica moderna viene: viene del mundo, y peor, de ideologías netamente elabadoras para contrarrestar, corromper, debilitar, y destruir si es posible, el Cristianismo apostólico y su influencia preservadora sobre la cultura.
Llámalo como quieras: «igualdad», «empoderamiento femenino», «progreso social», al final es sólo una cosa: una subversión ideológica de la fe apostólica, la operación del anticristo.
La innovación teológica es obra del diablo.
*Este es el llamado:*
«Amados, por el gran empeño que tenía en escribiros acerca de nuestra común salvación, he sentido la necesidad de escribiros exhortándoos a contender ardientemente por la fe que de una vez para siempre fue entregada a los santos» (Judas 1:3)
Por: Carlos Benavides
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