IGLESIA DE CRISTO

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ESTUDIOS BÍBLICOS

jueves, 28 de septiembre de 2023

RASGOS DEL CRISTIANO

RASGOS DEL CRISTIANO 


    “Y se congregaron allí todo un año con la iglesia, y enseñaron a mucha gente; y a los discípulos se les llamó cristianos por primera vez en Antioquía” (Hechos 11:26).

    Muy apreciable lector: En esta ocasión tengo una pregunta para usted, ¿es usted cristiano? Creo que muchas personas contestarán afirmativamente a la pregunta. Algunos, incluso, lo afirmarán con un cierto dejo de molestia por la duda implícita en la pregunta. Sin embargo, es necesario poner bien en claro que el término “cristiano,” tiene un significado muy específico y que muchos que piensan ser cristianos, en realidad no lo son. En realidad hay muchos términos bíblicos, que han cambiado de significado con el paso de los años y el término cristiano es uno de ellos. En este artículo quiero puntualizar el significado, que el término tenía, en el tiempo de Cristo y los apóstoles, por medio de las Sagradas Escrituras. Al mismo tiempo quiero resaltar la importancia que puede tener el hecho de ser o no ser un cristiano.

    La palabra “cristiano” o “cristianos” aparece solamente tres veces en el Nuevo Testamento. Sin embargo es suficiente para que tengamos una idea bien clara de lo que el término significa y por lo tanto de lo que implica. Una de las ocasiones en que aparece el término es el texto citado arriba. Este texto nos señala que el término fue aplicado a los discípulos en Antioquía. Otro pasaje donde aparece este término es: “Entonces Agripa dijo a Pablo: Por poco me persuades a ser cristiano” (Hechos 26:28). En esta ocasión nos damos cuenta que el término es usado en relación con la predicación del evangelio de Cristo. Es evidente que el esfuerzo de Pablo estaba encaminado a convertir a Agripa, y a todos los que le escuchaban, en un discípulo de Cristo, o “cristiano.” La tercera vez que ocurre el término es en la primera carta del apóstol Pedro: “pero si alguno padece como cristiano, no se avergüence, sino glorifique a Dios por ello. Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; y si primero comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios?” (1 Pedro 4:16-17). Notamos en estos versículos que Pedro se consideraba a sí mismo cristiano, juntamente con aquellos a quienes dirigía su carta. Al mismo tiempo notamos que Pedro hace la distinción entre ellos y los que no obedecen al evangelio, lo cual implica que el cristiano es uno que obedece el evangelio de Cristo.

    Con todo lo anterior en mente, vamos a hacer algunas puntualizaciones con respecto a las implicaciones que con lleva la expresión, con el objeto de determinar si uno puede considerarse a sí mismo un cristiano o no.

    El Cristiano y El Maestro: Como ya notamos anteriormente, el término cristiano, fue aplicado a los discípulos en Antioquía. La palabra discípulo designaba a una persona que era aprendiz, alumno o seguidor de un maestro. En el caso que nos ocupa, un cristiano es un aprendiz, alumno o seguidor de Cristo. “Pero vosotros no queráis que os llamen Rabí; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos” (Mateo 23:8). La palabra “maestro” designa a uno que enseña, guía o tiene autoridad. En el caso de Jesucristo, como maestro, todas las acepciones de la palabra eran ciertas en él. Un discípulo de Cristo es uno que es enseñado, dirigido y gobernado por Él.

    En este punto debemos notar las distinciones que la palabra de Dios hace entre los discípulos de Cristo y los discípulos de otros maestros. “Y los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunaban; y vinieron, y le dijeron: ¿Por qué los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunan, y tus discípulos no ayunan?” (Marcos 2:18). En este pasaje notamos que se hace distinción entre los discípulos de Juan, los discípulos de los fariseos y los discípulos de Cristo. En este momento podemos afirmar que los discípulos de Juan, no son los que fueron llamados cristianos en Antioquía, así como tampoco fueron los discípulos de los fariseos. Solamente a los discípulos de Cristo se les conoció como cristianos desde aquél día.

    El Cristiano y La Doctrina: Del punto anterior podemos llegar, también, a la conclusión que, si hay diferencia entre los discípulos, es porque hay diferencia entre las doctrinas o enseñanzas de los maestros. Los discípulos de los fariseos, en plural, eran todos los seguidores de maestros que enseñaban la misma doctrina, y que era una doctrina diferente a la doctrina enseñada por Juan. Cristo por su parte enseñaba una doctrina diferente a la doctrina enseñada por Juan y también a la doctrina de los fariseos. Los fariseos eran los maestros cuya cátedra era la ley de Moisés: “En la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos” (Mateo 23:2). En realidad el maestro de los discípulos de los fariseos era Moisés: “Y le injuriaron, y dijeron: Tú eres su discípulo; pero nosotros, discípulos de Moisés somos” (Juan 9:28).

    La doctrina que Juan enseñaba consistía en el bautismo de arrepentimiento y la promulgación de la inminente venida del Mesías: “Antes de su venida, predicó Juan el bautismo de arrepentimiento a todo el pueblo de Israel. Mas cuando Juan terminaba su carrera, dijo: ¿Quién pensáis que soy? No soy yo él; mas he aquí viene tras mí uno de quien no soy digno de desatar el calzado de los pies” (Hechos 13:24-25). Evidentemente era una doctrina diferente a la cátedra de Moisés, y no fue aceptada por los escribas y fariseos: “Porque vino a vosotros Juan en camino de justicia, y no le creísteis; pero los publicanos y las rameras le creyeron; y vosotros, viendo esto, no os arrepentisteis después para creerle” (Mateo 21:32). Por lo tanto la doctrina de Cristo debe ser diferente a la cátedra de Moisés y también a la doctrina enseñada por Juan. Quiero extenderme un poco más en este punto para hacer notar algunas diferencias entre las doctrinas que hemos venido mencionando hasta ahora. Ya que dichas doctrinas identifican a uno como discípulo de los fariseos, de Juan o de Cristo, dándole o quitándole el derecho de ser un cristiano.

    Consideremos algunas diferencias entre la cátedra de Moisés y la doctrina de Cristo. La cátedra de Moisés realmente se refiere a la doctrina del Antiguo Testamento o ley de Moisés. “Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo” (Juan 1:17). En éste versículo son puestas en contraste las doctrinas de Moisés y de Cristo, diferenciándolas una de la otra. La cátedra de Moisés es la ley, mientras que la doctrina de Cristo es la gracia y la verdad. La Biblia establece la superioridad de Cristo Jesús con respecto de Moisés: “Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial, considerad al apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús; el cual es fiel al que le constituyó, como también lo fue Moisés en toda la casa de Dios. Porque de tanto mayor gloria que Moisés es estimado digno éste, cuanto tiene mayor honra que la casa el que la hizo. Porque toda casa es hecha por alguno; pero el que hizo todas las cosas es Dios. Y Moisés a la verdad fue fiel en toda la casa de Dios, como siervo, para testimonio de lo que se iba a decir; pero Cristo como hijo sobre su casa, la cual casa somos nosotros, si retenemos firme hasta el fin la confianza y el gloriarnos en la esperanza” (Hebreos 3:1-6). Con fundamento en la superioridad de los autores, también establece la superioridad del evangelio con respecto de la Ley: “El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente. ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?” (Hebreos 10:28-29). Aquí, el escritor de la carta a los Hebreos, hace la distinción de la ley de Moisés con respecto del pacto ratificado por el derramamiento de la sangre de Cristo. Un pacto consiste de obligaciones y beneficios. Las obligaciones constituyen los mandamientos y los beneficios son las promesas. Por lo tanto debemos entender que los mandamientos u obligaciones del pacto antiguo son diferentes a los mandamientos u obligaciones incluidas en el nuevo pacto. Asimismo las promesas o beneficios contenidos en el primer pacto son diferentes a las del nuevo. Por lo tanto un cristiano no está sujeto a las obligaciones establecidas bajo el primer pacto. Tampoco tiene su esperanza en las promesas ofrecidas en él. El objeto de su estudio y devoción no es el canon del Antiguo Testamento. Moisés no es su maestro, como líder o autoridad. “Pero el entendimiento de ellos se embotó; porque hasta el día de hoy, cuando leen el antiguo pacto, les queda el mismo velo no descubierto, el cual por Cristo es quitado” (2 Corintios 3:14). Someterse a los mandamientos del pacto antiguo es sinónimo de dejar de ser cristiano: “De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído” (Gálatas 5:4). Lo anterior es algo lógico puesto que si cambia uno de doctrina, significa que ha cambiado también de maestro. Esto nos dice que someterse a mandamientos como los diezmos, días de reposo, etc. En conformidad a la ley de Moisés, le quita a uno el derecho de considerarse un cristiano.

    Veamos ahora algunos pasajes de la Escritura con respecto a la diferencia entre la doctrina de Juan y la doctrina de Cristo y la actitud que debe tomarse al respecto para ser verdaderos cristianos. “Llegó entonces a Efeso un judío llamado Apolos, natural de Alejandría, varón elocuente, poderoso en las Escrituras. Este había sido instruido en el camino del Señor; y siendo de espíritu fervoroso, hablaba y enseñaba diligentemente lo concerniente al Señor, aunque solamente conocía el bautismo de Juan. Y comenzó a hablar con denuedo en la sinagoga; pero cuando le oyeron Priscila y Aquila, le tomaron aparte y le expusieron más exactamente el camino de Dios” (Hechos 18:24-26). Es verdaderamente importante hacer notar que Apolos no era un verdadero cristiano, aunque él, tal vez haya pensado que sí, o que otros lo hubieran considerado como tal. Apolos era realmente un discípulo de Juan y por eso fue necesario que Priscila y Aquila le instruyeran exactamente en la doctrina de Cristo. Ahora bien, en éste pasaje se refiere a la doctrina que Apolos predicaba, como “el bautismo de Juan,” lo anterior toma relevancia cuando notamos que en otra ocasión el apóstol Pablo se encontró con unos discípulos que habían sido bautizados con el bautismo de Juan: “Aconteció que entre tanto que Apolos estaba en Corinto, Pablo, después de recorrer las regiones superiores, vino a Efeso, y hallando a ciertos discípulos, les dijo: ¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? Y ellos le dijeron: Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo. Entonces dijo: ¿En qué, pues, fuisteis bautizados? Ellos dijeron: En el bautismo de Juan. Dijo Pablo: Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús el Cristo. Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús” (Hechos 19:1-5). De los dos pasajes anteriores aprendemos que el bautismo de Juan tenía la característica de ser para arrepentimiento. También aprendemos que el bautismo de Juan no era el bautismo que Cristo había ordenado. Otra cosa que aprendemos es que las personas que han sido bautizadas con un bautismo diferente, deben bautizarse con el bautismo de Cristo. A continuación vamos a ver algunas características del bautismo de Cristo. “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mateo 28:19). Cristo ordena específicamente bautizar en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. El bautismo de Cristo no es solo en el nombre de Jesús. Si alguien es bautizado solo en el nombre de Jesús, debe bautizarse como Cristo manda. “Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38). El bautismo de Cristo es para perdón de los pecados. Realmente no sabemos muchos detalles de las características del bautismo de Juan, pero sabemos que la intención era la del arrepentimiento. El bautismo de Cristo por otro lado, tiene la intensión o propósito del perdón de pecados. Si una persona ha sido bautizada en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo pero con otro propósito diferente al perdón de pecados, debe bautizarse con el propósito correcto, como indica la Escritura. El bautismo de Cristo es por inmersión: “sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos” (Colosenses 2:12). En nuestros días hay personas que han sido bautizadas por derramamiento de agua sobre su cabeza, por lo cual necesitan bautizarse con el bautismo de Cristo para ser verdaderos cristianos.

    Así como las diferencias que hemos mencionado hasta aquí, con respecto a las diferentes doctrinas que encontramos en las Sagradas Escrituras, y que fue necesario corregir por aquellos primeros cristianos, en nuestros días podemos encontrar diferencias en las doctrinas practicadas por diferentes grupos religiosos y que es necesario corregir para que uno pueda ser un verdadero Cristiano. Notamos lo que Cristo les ordenó a sus apóstoles: “enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén” (Mateo 28:20). Si bien Cristo les mandó hacer discípulos bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, también les ordenó que les enseñaran a guardar todas las cosas que Él les había mandado. Antes de esto Jesús les había dicho a los judíos que habían creído en Él: “Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos” (Juan 8:31). Un verdadero discípulo es el que guarda todos los mandamientos de Cristo. Así como en el tiempo de Cristo se distinguía a los discípulos de Cristo de los discípulos de otros maestros, por las diferencias en las doctrinas, en nuestros días debemos hacer diferencia entre la doctrina exacta de Cristo y otras doctrinas: “No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo” (Gálatas 1:7). Es evidente que el apóstol Pablo estaba hablando de modificaciones a la doctrina o evangelio de Cristo. A este respecto podemos decir que las modificaciones que se han hecho con respecto a la forma y propósito de la Cena del Señor, es una de esas perversiones que le quitan a uno el derecho de ser un cristiano. El mandamiento de Cristo es: “Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo. Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados. Y os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre” (Mateo 26:26-29). Cristo instituyó un pan sin levadura para esta celebración, pero en nuestros días se usan panes o galleta desmenuzada en su lugar. Cristo instituyó una copa, pero en nuestros días se usan muchas copitas. Cristo instituyó fruto de la vid y en nuestros días se utiliza vino fermentado u otro elemento en su lugar. Sin embargo si uno quiere ser un verdadero cristiano, debe guardar lo que Cristo mandó.

    EL CRISTIANO Y LA IGLESIA: En nuestros días podemos darnos cuenta de la gran cantidad de personas que pertenecen a diferentes denominaciones y que se hacen llamar a sí mismos cristianos. Sin embargo por la palabra de Dios nos damos cuenta que los discípulos, que fueron llamados cristianos en Antioquía, pertenecían a una iglesia y esto porque ellos habían sido añadidos a ella por el Señor. Leemos en el libro de los Hechos de los Apóstoles: “Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas” (Hechos 2:41). “Alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos” (Hechos 2:47). La pregunta es: ¿a cuál iglesia fueron añadidos? La respuesta es, lógicamente, a la iglesia de Cristo: “Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mateo 16:18). El apóstol Pablo hace referencia a las iglesias de Cristo: “Saludaos los unos a los otros con ósculo santo. Os saludan todas las iglesias de Cristo” (Romanos 16:16). Y el apóstol no estaba refiriéndose a diferentes denominaciones, sino a congregaciones locales de la iglesia de Cristo. Hay una controversia con respecto a que la iglesia no salva y, que por lo tanto, no importa a qué iglesia pertenece una persona. Sin embargo, aunque es cierto que la iglesia no es la que salva a una persona, también es cierto que el Señor añade a su iglesia los que han de ser salvos, y podemos decir, con toda certeza, que no hay una sola persona que ha de ser salva que no pertenezca a la iglesia de Cristo.

    Conclusión: Estos que hemos mencionado son solo algunos rasgos característicos de un verdadero cristiano. Hay más rasgos que podríamos mencionar sin embargo, porque hay muchas personas que realmente tienen muchos de los rasgos que no hemos mencionado, pero que al carecer de estos que sí hemos mencionado, de nada les sirve, creí que era importante centrar la atención en éstos y enfatizarlos para que no suceda como dice Pablo: “Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve” (1 Corintios 13:1-3).  Amén

 Por : Carlos Benavides 

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