IGLESIA DE CRISTO

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ESTUDIOS BÍBLICOS

miércoles, 13 de septiembre de 2023

ANDAMOS EN LUZ

  ANDAMOS EN LUZ

El amor que el apóstol Juan tenía para los hermanos se muestra por la manera que se refiere a ellos en sus escritos. Por ejemplo, les escribió a los hermanos como a sus propios hijos cuando dijo: “hijitos míos” (1 Juan 2:1). Creo que él amaba a los hermanos cristianos como un padre ama a sus hijos. Él quería que los hermanos anduvieran bien delante de Dios. Juan escribió: “Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1:6-7). Por este pasaje Juan dijo que la persona puede andar en dos maneras, en luz o en tinieblas. La persona que anda en tinieblas no practica la verdad, o sea no guarda los mandamientos de Dios. Pero, la persona que anda en luz, guarda los mandamientos de Dios, tiene comunión con Dios y, también, con todos los hermanos que andan en luz.

    Este concepto no es difícil de entender. El cristiano verdadero es el que respeta toda palabra de Dios y no busca lo suyo. Sin embargo, hay personas engañadas. Algunas están engañadas por ellas mismas y otras están engañadas por otra gente. Por ejemplo, debemos notar lo que Jesús dijo: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mateos 7:21-23). Jesús habló de gente que en su propia mente pensaba que todo estaba bien y que estaba cumpliendo la voluntad de Dios, porque ellos dijeron “Señor, Señor,” pero en verdad no cumplieron la voluntad de Dios. Creo que una de las cosas más tristes es cuando uno piensa que está guardando o cumpliendo la voluntad de Dios pero en verdad no lo está. Esto incluye muchas de las sectas religiosas en el mundo. Los miembros de estas sectas escuchan a los predicadores diciendo que están cumpliendo la voluntad de Dios pero sus predicaciones no están basadas en las Sagradas Escrituras, tuercen las Sagradas Escrituras y guardan tradiciones y mandamientos de hombres. Estas personas no andan en luz sino en tinieblas.

    ¿Por qué uno quiere andar en tinieblas? Creo que nadie quiere andar en tinieblas si entiende que esto resulta en la condenación final. Creo que en verdad nadie escoge el infierno en vez del cielo. Entonces, ¿por qué uno anda muy descuidadamente? Supongo que hay varias razones. Jesús enseñó la parábola del sembrador (Mateo 13:3-9, 18-23) diciendo que la semilla cayó en cuatro clases de tierra. Solo la semilla que cayó en la buena tierra produjo fruto y las que cayeron en las otras tierras no produjeron nada. La culpa no fue de la semilla sino de la tierra. Las tierras son los corazones de las personas y las personas que no prepararon sus corazones para recibir la semilla, o sea la palabra de Dios, no pudieron producir una buena cosecha y en muchos casos fracasaron completamente. ¿Cómo podemos producir una buena cosecha o andar en luz?

    El apóstol Pablo dijo: “¿Qué, pues, es Pablo, y qué es Apolos? Servidores por medio de los cuales habéis creído; y eso según lo que a cada uno concedió el Señor. Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios” (1 Corintios 3:5-6). Apolos y Pablo eran colaboradores en la obra y la parte de ellos no era igual que la parte de Dios porque solo Dios podía dar el crecimiento. Los colaboradores tienen que sembrar, regar y cultivar la planta hasta que venga la cosecha. En el caso de la iglesia los ancianos, o sea los obispos, tienen que cuidar a la congregación porque la Biblia dice: “Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre” (Hechos 20:28). “Apacentar” implica más que la alimentación de la comida espiritual, además deben protegerla del peligro de fuera y de dentro del cuerpo. Los ancianos tienen que cuidar a los miembros de la iglesia y cuando no hay ancianos esta obligación cae sobre los hermanos espirituales. Pablo dijo: “Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado. Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo” (Gálatas 6:1-2). Los hermanos espirituales deben de cuidar a los otros hermanos en la iglesia y cuando tengan problemas deben estar listos para ayudarlos.

    Ezequiel habló de la obligación del atalaya cuando escribió lo siguiente: “Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: Hijo de hombre, habla a los hijos de tu pueblo, y diles: Cuando trajere yo espada sobre la tierra, y el pueblo de la tierra tomare un hombre de su territorio y lo pusiere por atalaya, y él viere venir la espada sobre la tierra, y tocare trompeta y avisare al pueblo, cualquiera que oyere el sonido de la trompeta y no se apercibiere, y viniendo la espada lo hiriere, su sangre será sobre su cabeza. El sonido de la trompeta oyó, y no se apercibió; su sangre será sobre él; mas el que se apercibiere librará su vida. Pero si el atalaya viere venir la espada y no tocare la trompeta, y el pueblo no se apercibiere, y viniendo la espada, hiriere de él a alguno, éste fue tomado por causa de su pecado, pero demandaré su sangre de mano del atalaya. A ti, pues, hijo de hombre, te he puesto por atalaya a la casa de Israel, y oirás la palabra de mi boca, y los amonestarás de mi parte” (Ezequiel 33:1-7). El atalaya, de acuerdo a Ezequiel, tenía una función importantísima en avisar al pueblo cuando viniera el enemigo. La iglesia funciona como el atalaya hoy para avisar a la gente del peligro y, también, es más importante ahora porque no es solamente la vida que uno puede perder sino su alma en el infierno. Jesús dijo: “Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno” (Mateo 10:28). La lucha del cristiano no es en una guerra terrenal sino que luchamos para que no perdamos nuestra alma en el infierno para la eternidad.

    El cristiano se preocupa por su propia alma y, también, por las almas de todos. Por eso, queremos andar en luz y queremos que todo el mundo ande también en luz. A veces uno no sabe que anda en el peligro de perder su alma en el infierno. Por esta razón predicamos el evangelio de Cristo. Pablo dijo: “Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego” (Romanos 1:16). El evangelio es el mensaje de salvación para todo el que lo obedezca. A veces uno se enoja cuando escucha lo que el evangelio dice porque no quiere arrepentirse y obedecer lo que enseña la palabra de Cristo. A muchos les gustan los placeres del mundo más y prefieren vivir en el peligro en vez de gozar de las bendiciones de Dios.

    Hay otra cosa que debo mencionar. La iglesia no debe permitir que el pecado reine en ella misma. La iglesia siempre tiene que oponerse al pecado y avisar a los que están metidos en pecados que se arrepientan y dejen de pecar. Esto es una obligación seria pero, es triste decirlo, hay congregaciones que quieren cerrar los ojos a los pecados de muchos. No estoy seguro por qué cierran los ojos en todos los casos, sin embargo, creo que una razón es que no quieren que la persona, que está viviendo en pecado, se enoje con nosotros. Pero la Biblia nos enseña que el propósito de la disciplina es para la salvación del alma y no es para su destrucción. El escritor del libro de Hebreos habla de la disciplina de Dios de esta manera: “Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por él; porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo. Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina?” (Hebreos 12:5-7). El amor que tenemos para nuestros hermanos en Cristo provoca disciplina porque no queremos que ninguno perezca espiritualmente. Quiero notar unos versículos que el apóstol Juan escribió acerca del amor. “Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano, permanece en muerte” (1 Juan 3:14). Dijo que permanecemos en muerte si no amamos a los hermanos, o sea a los cristianos. “Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad” (1 Juan 3:18). Tenemos que mostrar nuestro amor por nuestras acciones. “Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero. Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?” (1 Juan 4:19-20). Demostramos nuestro amor a Dios por la manera que amamos a nuestros hermanos en Cristo. “En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios, y guardamos sus mandamientos. Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos” (1 Juan 5:2-3). El que ama a Dios respeta y guarda los mandamientos de Dios. Todo esto implica que si uno peca, tenemos que reprenderle para que se arrepienta y reconcilie con Dios. El apóstol Pablo dijo: “Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado” (Gálatas 6:1).

    Mucha de la predicación que uno escucha en el mundo religioso enseña acerca de cosas suaves, o sea cosas que no son controversiales y que no exigen que la persona tenga que cambiar o conformarse a la enseñanza. Algunos están engañados por doctrinas de hombres pensando que es la palabra de Dios. Muchos están confundidos pensando que están bien con Dios y andando en luz pero en verdad están en tinieblas. Ellos son los más difíciles de enseñar correctamente porque piensan que están bien y su alma no está en peligro, y por eso no hay razón para cambiar. La mayoría de ellos no son estudiosos de la Biblia. Siempre escuchan las predicaciones sin escudriñar las Sagradas Escrituras para saber si es así, (si es verdad) lo que les fue enseñado. Debemos notar que los hermanos de Berea eran más nobles que los de Tesalónica porque escudriñaban las Escrituras. La Biblia dice: “Y éstos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así” (Hechos 17:11). Creo que muchos van a salir de este mundo por medio de la muerte pensando que están listos para la eternidad. Será un día tan triste cuando escuchen las palabras, “Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mateo 7:23). Andar en luz era el sueño de ellos pero no fue la realidad.

    La ignorancia de las Sagradas Escrituras es la causa de la caída de muchos. La ignorancia de la palabra de Dios no puede ser excusa en el día de juicio. Dios quiere que la persona sepa y obedezca su voluntad. Dios dio su ley por Moisés en el monte Sinaí. Sin embargo, su pueblo no guardaba siempre su palabra. El profeta Oseas dijo: “Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento. Por cuanto desechaste el conocimiento, yo te echaré del sacerdocio; y porque olvidaste la ley de tu Dios, también yo me olvidaré de tus hijos” (Oseas 4:6). El evangelio fue dado al hombre por la inspiración de Dios. El apóstol Pablo dijo: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:16-17). No debemos rechazar ni ignorar la palabra de Dios, sino estudiarla y obedecerla. Esta palabra debe ser nuestra vida como Moisés le dijo al pueblo Israel. Lea lo que Moisés le dijo a Israel antes que entraran en la tierra prometida. Él dijo: “Aplicad vuestro corazón a todas las palabras que yo os testifico hoy, para que las mandéis a vuestros hijos, a fin de que cuiden de cumplir todas las palabras de esta ley. Porque no os es cosa vana; es vuestra vida, y por medio de esta ley haréis prolongar vuestros días sobre la tierra adonde vais, pasando el Jordán, para tomar posesión de ella” (Deuteronomio 32:46-47). Por eso, la palabra de Dios para el cristiano no es la palabra de hombre sino palabra inspirada por Dios. La palabra de Dios, el evangelio, sostiene al cristiano en su vida espiritual. Note como los hermanos en Tesalónica recibieron el evangelio. “Por lo cual también nosotros sin cesar damos gracias a Dios, de que cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis de nosotros, la recibisteis no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios, la cual actúa en vosotros los creyentes” (1 Tesalonicenses 2:13). Creo que ellos permitían que la palabra de Dios, o sea el evangelio, reinara en sus corazones. Hoy en día el evangelio debe reinar en nuestros corazones para que cumplamos toda la voluntad de Dios en nuestras vidas y en la iglesia. Cuando lo hacemos así, andamos en luz en vez de en tinieblas.

    Hermanos y amigos, debemos andar verdaderamente en luz. No debe ser un sueño o falso concepto que tenemos de nosotros mismos. Sabemos que estamos en luz cuando nos conformamos a los mandamientos de Dios y no nos conformamos solamente a los mandamientos que nos gustan. Si usted está en tinieblas, tenga el valor de salir de las tinieblas por su obediencia a la voluntad de Dios para andar en luz. Ω

Por : Carlos Benavides


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