Esta pregunta supone que Dios envía a las personas al infierno contra la voluntad de ellas. Pero no es ese el caso. Dios quiere que todos sean salvos (2 Pedro 3:9). Quienes no son salvos es porque no desean serlo. Jesús dijo: «¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que se te envían! ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos, como reúne la gallina a sus pollitos debajo de sus alas, pero no quisiste!» (Mateo 23:37).

Como lo expresó C.S. Lewis: «La puerta del infierno se cierra del lado de adentro». Todos aquellos que se encuentran allí lo hacen por decisión propia. Además agrega: «En última instancia, hay solo dos tipos de personas: aquellas que le dicen a Dios: «Hágase tu voluntad» y aquellas a quien Dios les dice: «Hágase tu voluntad». Todas las personas que eligen hacer su propia voluntad acabarán en el infierno». Lewis creía que «sin esa decisión personal no habría infierno. Ningún alma que quiera ferviente y constantemente tener gozo quedará defraudada. Quienes buscan, encontrarán. A quienes llamen, se les abrirá».

Dios es Justo y debe castigar el pecado (cf. Habacuc 1:13Apocalipsis 20: 11-15), pero es también Amor (1 Juan 4: 16), y este no puede obligar a nadie a amarlo. El amor no obra por coerción sino solo por persuasión. Amar por obligación es una contradicción de términos. Por lo tanto, el amor de Dios exige que haya un infierno donde aquellas personas que no desean amarlo puedan experimentar el gran divorcio cuando él les diga: «¡Hágase tu voluntad!».

   Por : Carlos Benavides