IGLESIA DE CRISTO

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ESTUDIOS BÍBLICOS

sábado, 16 de mayo de 2020

PERSECUCIONES Y MARTIRIO EN LA IGLESIA

Persecuciones y martirio  en la iglesia primitiva.
Este crecimiento a menudo se produjo en medio de increíbles sufrimientos. Durante los primeros 300 años de la historia cristiana, estallaron numerosas persecuciones en contra de los cristianos, y muchas de ellas terminaban en muertes. Estas persecuciones no ocurrieron necesariamente en todo el Imperio (de arriba abajo), aunque posteriormente así fue; la mayoría de ellas eran locales, impulsadas por oficiales de las provincias. Eran violentas, y miles de cristianos fueron torturados y asesinados de formas espantosas y crueles.
Por supuesto, vemos esto en el Nuevo Testamento, desde el martirio de Esteban, hasta los encarcelamientos de Pedro y Pablo, incluso en las exhortaciones de Pedro en su primera epístola, dirigidas a creyentes que sufrían bajo la persecución de Nerón (en los años 60 d. C.). De hecho, para prácticamente todos los apóstoles, la persecución era más la regla que la excepción, la tradición nos cuenta que compartieron el mismo destino del martirio. Muchos de estos relatos bien pueden ser ciertos. Sin embargo, deben ser tratados con cierto escepticismo, ya que en el siglo II d. C., las iglesias en diferentes ciudades comenzaron a reclamar los orígenes apostólicos, y quisieron señalar a un apóstol martirizado como su fundador. Esto también indica el enfoque que muchos de los primeros cristianos dieron a las persecuciones, y la reverencia que tenían para con los que sufrieron. Con eso en mente, piensa en el destino de los apóstoles. Y si tú o personas que conozcas se preguntan si Jesús fue solo un engaño, considera que quienes lo conocieron mejor estuvieron dispuestos a morir por quien creían que él era.
Pablo fue encarcelado bajo el imperio de Nerón, luego fue decapitado en Roma.
Santiago, hermano de Juan, fue decapitado por Herodes (Hechos 12:2).
Tomás fue hasta la India donde fue «asesinado con un dardo» (¿flecha?).
Simón Pedro fue crucificado (según Jerónimo) boca abajo en Roma, durante el gobierno de Nerón.
Simón el Zelote predicó en toda África, también fue crucificado.
Marcos fundó la iglesia en Egipto, y fue quemado vivo.
Bartolomé predicó en Armenia, y «luego de diversas persecuciones, fue golpeado con palos, luego crucificado; y después de ser lacerado, fue decapitado».
Andrés evangelizó en Etiopía, fue crucificado.
Mateo predicó en Egipto y Etiopía, hasta que por órdenes del rey fue atravesado con una lanza.
Felipe ministró en Grecia, fue «crucificado y apedreado hasta morir».
Santiago, hermano de Jesús, fue golpeado hasta la muerte por fariseos y saduceos.
Juan el Apóstol fue exiliado a la isla de Patmos, y luego falleció por causas naturales.
Una temprana y famosa persecución detonó durante el imperio de Nerón. En el año 64 d. C., un terrible incendio calcinó la ciudad de Roma. Muchas personas en la ciudad, probablemente con justa razón, culparon a Nerón de la tragedia. El historiador romano Tácito escribe la respuesta del emperador:
«Para acabar con este rumor, Nerón tachó de culpables y castigó con refinados tormentos a esos que eran detestables por sus abominaciones y que la gente llama cristianos. Este nombre les viene de Cristo, que había sido entregado al suplicio por el procurador Poncio Pilato durante el principado de Tiberio»[3].
Tácito continúa:
«Empezaron, pues, a apresar a los que confesaban su fe; luego, basándose en sus declaraciones, apresaron a otros muchos que fueron convictos, no tanto del crimen de incendio como de odio contra el género humano. No se contentaron con matarlos; se ideó el juego de revestirlos con pieles de animales para que fueran desgarrados por los dientes de los perros, o bien los crucificaban, los embadurnaban de materias inflamables y, al llegar la noche, ellos iluminaban las tinieblas como si fueran antorchas. Nerón abrió sus propios jardines para estos espectáculos»[4].
Observa la acusación de Tácito de «odio contra el género humano». Nerón parece haber perseguido a los cristianos por tres razones: su desesperado deseo por distraer la atención del gran incendio, la amplia hostilidad hacia los cristianos porque no adoraban a los dioses romanos y la hostilidad de los judíos hacia los cristianos. Un segundo factor, relacionado con la acusación de Tácito, era que muchos romanos creían que los cristianos eran ateos y anarquistas porque se negaban a adorar a las deidades paganas o al emperador. Tal terquedad enfurecía a los romanos; las deidades, creían ellos, traerían desastres naturales, sequías y enfermedades en retribución a la gran parte de la población que se rehusaba a adorarles. Tertuliano escribió que cada vez que ocurría un desastre natural, ya fuera por inundación o sequía, la gente gritaba: «¡Los cristianos a los leones!». Otros malentendidos de la práctica cristiana llevaba a acusaciones incluso más salvajes en su contra. Debido a que los cristianos hablaban acerca del «amor», y debido a que incluso maridos y mujeres se referían entre sí como «hermano» y «hermana», algunas veces se les acusaba de incesto. Finalmente, la observancia cristiana de la Cena del Señor dio lugar a muchas acusaciones de canibalismo.
[Aplicación: Desde muy temprano, la creencia y prácticas cristianas han afectado a la cultura en general. ¿Debería ser diferente cuando decimos cosas como que el matrimonio es la unión entre un hombre y una mujer de por vida?].
En cuanto a Nerón, los rivales políticos lo destituyeron cuatro años más tarde, y el infeliz tirano se quitó la vida. Solo dos años después de eso, en el año 70 d. C., las fuerzas romanas reprimieron otra rebelión judía que también destruyó el templo de Jerusalén. Aunque fue trágico, como señala un historiador cristiano, esto también marcó un «punto de inflexión» decisivo en la historia de la Iglesia.
El cristianismo se separó en definitiva del judaísmo, al romper sus lazos con el templo y con Jerusalén, y surgió como su propia fe distintiva.
No obstante, la persecución regresaría. En al año 98 d. C., el emperador Trajano lanzó una campaña contra la Iglesia que duraría casi dos décadas. En una reveladora correspondencia entre Plinio el Joven, gobernador de la provincia de Bitinia, y Trajano, Plinio preguntó si la simple mención del nombre «cristiano» ameritaba un castigo, o solo las actividades asociadas con él. Trajano respondió que los cristianos debían ser castigados solo si se negaban a repudiar su fe y a «adorar a nuestros dioses». Si rechazaban su fe, debían ser liberados. Una de las cartas de Plinio describe su práctica: 
Te expongo la actitud que he tenido frente a los cristianos presentados ante mi tribunal. En el interrogatorio les he preguntado si son cristianos, luego durante el interrogatorio, a los que han dicho que sí, les he repetido la pregunta una segunda y tercera vez, y los he amenazado con el suplicio: si hay quienes persisten en su afirmación yo los hago matar. En mi criterio consideré necesario castigar a los que no abjuraron en forma obstinada. A los que entre estos eran ciudadanos romanos, los puse aparte para enviarlos frente al pretor de Roma. Absuelvo a los que están dispuestos a maldecir a Cristo, cosa que, se dice, los cristianos verdaderos no pueden ser persuadidos de hacerlo».
Algunos cristianos profesantes renunciaron a Cristo, y la iglesia sufriría durante siglos por las preguntas relacionadas con cómo tratar a los apóstoles (o a los «vencidos» que solicitaban la readmisión a la comunidad. [Nota: este es uno de los efectos duraderos de estas primeras persecuciones].
  
 Por : Carlos Benavides 

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