IGLESIA DE CRISTO

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ESTUDIOS BÍBLICOS

viernes, 2 de abril de 2021

PABLO, SIERVO Y APÓSTOL

PABLO, SIERVO Y APÓSTOL


Romanos 2:1—1.

         El apóstol Pablo se declara siervo de Jesucristo. Pero la palabra “siervo” (doulos) indica mucho más que un simple siervo. Pablo es un esclavo y propiedad absoluta de su Amo; es un esclavo unido a su Amo por la Ley. Una mirada a lo que en los tiempos de Jesucristo era un esclavo nos mostrará de forma clara lo que Pablo quería decir al llamarse (siervo) de Jesucristo.  
                                       
PABLO ERA APOSTOL DE DIOS

Debemos diferenciar entre lo que es un apóstol  enviado por Dios y lo que es otro que ha sido enviado por un hombre. De estos últimos hay más que de los primeros. Estos son hombres pretenciosos que afrontan la voluntad de Dios. Nosotros sabemos quienes fueron los apóstoles y sabemos también que Dios estableció obispos, diáconos, pastores y discípulos. Pronto veremos las “apóstolas” introducidas por estos que tuercen las Escrituras a voluntad del primero que se tercie. Ellos laboran en una viña sin amo. Pero un día el Amo se presentará y habrán de rendir cuentas.

La palabra “apóstol” (apóstolos) se refiere a una persona que es enviada de un país a otro. Es un representante, un embajador, una persona enviada para representar a su nación.

Tres verdades pertenecen al oficio de apóstol:
1.   Pertenecer a la Persona que lo envía.
2.   Ha de ser comisionado para ir.
3.   Poseer toda la autoridad y el poder de la Persona que lo envía.

Note que Pablo declara haber sido “llamado” a ser apóstol. No estaba en el ministerio porque…
·      lo haya elegido él mismo.
·      Tenía capacidad
·      había sido estimulado por otro para elegir la carrera ministerial.
·      le encantaba trabajar con personas

Era apóstol, ministro del Evangelio por una sola razón: porque Dios lo había llamado.

       “Pero levántate y ponte sobre tus pies, porque para eso he aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto, y de aquellas en que me apareceré a ti”. Hechos 26:16

       Aún Pablo tuvo muchos problemas con los discípulos y apóstoles de Cristo, porque no creían la versión de Pablo. Pero la fe poderosa que emanaba de él fue suficiente para que al final todos lo aceptasen. Pablo llegó a ser uno de los más grandes apóstoles de Dios. (que alabado sea) ¡Qué diferencia entre Pablo y estos “apóstoles” que corretean hoy las congregaciones denominacionales!

1 Timoteo 1:12—14.  Doy gracias al que me fortaleció, a Cristo Jesús, nuestro Señor, porque, teniéndome por fiel, me puso en el ministerio, 13 habiendo yo sido antes blasfemo, perseguidor e injuriador; pero fui recibido a misericordia porque lo hice por ignorancia, en incredulidad. 14 Y la gracia de nuestro Señor fue más abundante con la fe y el amor que es en Cristo Jesús.

Ellos debieron preguntarse: ¿Cómo este que nos perseguía con tanta saña ahora pretende ministrar la Iglesia del Señor? Esta pregunta, que supuestamente le hicieron a Pablo, nos la han hecho a muchos de nosotros. Y todo, porque permanecíamos  de espaldas a Dios (que alabado sea) y muchas veces en contra. Podemos decir pues que, también en nosotros, la gracia de nuestro Señor fue más abundante con la fe y el amor que es en Cristo Jesús. Naturalmente esto debe verse a simple vista como lo vimos en Pablo; todo un ejemplo de siervo.
Pero miren ustedes hermanos que todos los que hemos sido llamados hoy y ayer, lo fuimos para un propósito de Dios. (Santo, Santo, Santo)
“Jehová había dicho a Abram: «Vete de tu tierra, de tu parentela y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Génesis 12:1.
El Señor (bendito sea por siempre su santo nombre) llamó a Abram con un propósito ¿Nos hemos preguntado alguna vez con qué propósito nos ha llamado el Señor? ¿De qué manera cumplimos el propósito de Jehová? (Que sea por siempre bendito y alabado) Es importante que sepamos esto con certeza.  
“Ven, por tanto, ahora, y te enviaré al faraón para que saques de Egipto a mi pueblo, a los hijos de Israel. Éxodo” 3:10.
Pregúntate: ¿Cuál es el compromiso que tengo con el Señor? Así como estos santos varones fueron llamados para un propósito, nosotros también lo hemos sido.
 “Mirándolo Jehová, (que alabado sea) le dijo: —Ve con esta tu fuerza y salvarás a Israel de manos de los madianitas. ¿No te envío yo? 15 Gedeón le respondió de nuevo: —Ah, Señor mío, ¿con qué salvaré yo a Israel? He aquí que mi familia es pobre en Manasés, y yo soy el menor en la casa de mi padre.
16 Jehová le dijo: —Ciertamente yo estaré contigo, y tú derrotarás a los madianitas como a un solo hombre. 17 Él respondió: —Yo te ruego que si he hallado gracia delante de ti, me des señal de que has hablado conmigo. 18 Te ruego que no te vayas de aquí hasta que vuelva a ti y saque mi ofrenda y la ponga delante de ti.

Jehová le contestó: —Yo esperaré hasta que vuelvas.

El Señor nos está enviando a nosotros, a cada uno de nosotros con nuestra fuerza, el Señor sabe cuales son nuestras fuerzas, nuestra capacidad y también nuestra fe. Sin embargo el Señor nos está diciendo lo mismo que le dijo a ellos ¿No soy yo el que os envía? Yo estaré con vosotros. Yo esperaré.

Después oí la voz del Señor, que decía: — ¿A quién enviaré y quién irá por nosotros?
Entonces respondí yo: —Heme aquí, envíame a mí. Isaías 6:8.

Esta debe ser nuestra actitud ante el llamado de Dios. (Que alabado sea) Todos ellos respondieron a la llamada del Señor y todos cumplieron el propósito de Dios (Santísimo Señor)

Hermanos el Señor les llamó, pero a ellos les correspondía oír la llamada y también el responder.

Estos fueron llamados por el Señor para el ministerio y Dios (que alabado sea), no atropelló sus voluntades. Fueron llamados para ser ministro, no para ocupar un puesto de autoridad o para ser honrados por los hombres.  ¡Cuánto podemos aprender de ellos!

Todo siervo de Dios (que alabado sea)  es llamado con dos propósitos primarios:
1 Para servir y ministrar. “Y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; 28 como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por todos”. Mateo 20:27—28.

“Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros, 15 porque ejemplo os he dado para que, como yo os he hecho, vosotros también hagáis”. Juan 13: 14—15.

“Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y especialmente a los de la familia de la fe”. Gálatas 6:10.

2 Para ir y llevar fruto: “Producid, pues, frutos dignos de arrepentimiento” Mateo 3: 8.

“No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, él os lo dé”.  Juan 15:16.

“Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la Ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de entre los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios”. Romanos 7:4

¿Qué es llevar fruto, amados hermanos?

Una vez ocurrió que un hacendado estaba a disgusto con su hacienda y, debiendo partir a un lugar lejano, envió a personas en busca de nuevos trabajadores, a ser posible, más eficaces. Vinieron personas de toda clase, entre ellos, hombres corpulentos, de letras, aguerridos guerreros y algunos flacuchos y de mal aspecto. Cuando el amo vio a los que habían venido sintió un poco de misericordia con los   flacuchos y de mal aspecto y pensó que debía emplearlos. Su ayudante, viendo las pocas cualidades  de aquel hombre, aconsejó:

 -Señor,  si los empleas, seguramente no podrán mejorar toda la hacienda. Creo que deberías darle una parte de ella solamente.
       El amo, aceptó el consejo de su administrador y encargó a los flacuchos hombres la mitad de la hacienda. La otra mitad la puso al cuidado de los hombres más corpulentos. Entonces el administrador le dijo:
       -Señor, parece un poco injusto, nunca podrán compararse con los corpulentos.   
       -Es cierto, pero quiero comprobarlo.
       Así quedó todo dispuesto y marcharon.
       Los corpulentos, nada más marcharse el amo, comenzaron a discutir entre ellos por ver quienes serían los que ocuparían los diferentes puesto que, según ellos debía existir, pero nunca estaba de acuerdo y comenzaron ha formar grupitos entre ellos. De manera que sus fuerzas se vieron mermadas en gran manera.
        Los flacuchos, que desconfiaban de sus propias fuerzas, decidieron unirse y así, entre la unión que formaron y el afán por superarse, cuando volvió el amo y preguntó a los dos grupos estos respondieron de la siguiente manera:
        -Nosotros—dijeron los corpulentos—, hemos tenido muchos problemas para organizarnos y nos vimos obligados a partir nuestra parte en grupos más pequeños, de manera que todo está dividido y el trabajo no se ve muy bien. No hay fruto, señor y hemos perdido hombres en nuestras luchas.
        -¿Y vosotros, qué habéis hecho?—preguntó el amo a los flacuchos.
        -Poca cosa, señor. Unimos nuestras pocas fuerzas y pudimos adecentar la hacienda e impedir que naciera la mala hierba.
        -Ese es el fruto que esperaba de vosotros. Habéis preparado la tierra que es parte del  sembrado de lo demás me encargo yo.
         Los corpulentos, que aún seguían discutiendo, fueron despedidos y los flacuchos quedaron en la hacienda disfrutando de la justa benignidad del amo.

No creo necesario volver sobre lo que es fruto o no. Pero muchos tienen por fruto solamente la multitud llegada y no xla calidad de ella.
  La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu. Amén.

Por: Carlos Benavides

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